Turismo gastronómico: creando experiencias que saben a territorio

Divulgación
19/06/2025

La gastronomía es uno de los pilares fundamentales de la identidad de un territorio y, sin duda, uno de los recursos turísticos más potentes y con mayor capacidad de atracción. Hablar de la cocina de Extremadura es hablar de historia, de cultura, de paisaje y de tradición. Productos como el Jamón Ibérico de Dehesa, la Torta del Casar o el Pimentón de la Vera son mucho más que alimentos; son el resultado de un legado transmitido durante generaciones.

Sin embargo, para convertir este enorme potencial en un producto turístico de éxito, es necesario ir más allá de la simple degustación. Se trata de construir un relato y diseñar experiencias que permitan al viajero entender y conectar con el origen de cada sabor.

De la Materia Prima al Relato

Un producto gastronómico de éxito necesita una historia que lo sustente. Detrás de un gran queso no solo hay una receta, sino una raza de oveja autóctona, unas técnicas de elaboración ancestrales y la historia de una familia o una comarca. Nuestro trabajo como consultores consiste en identificar esos valores diferenciales, esa narrativa única, y articularla para que el visitante no solo pruebe un producto, sino que entienda su importancia y se convierta en su embajador. Apoyarse en las Denominaciones de Origen Protegidas (D.O.P) e Indicaciones Geográficas Protegidas (I.G.P) es fundamental, ya que son un sello de calidad y un anclaje directo con el territorio.

Experiencias 360º: Más Allá de la Mesa

El viajero actual no se conforma con ser un mero espectador; quiere participar, aprender y sentir. Por ello, el turismo gastronómico más memorable es aquel que saca al visitante del restaurante y lo lleva al corazón del producto.

Esto se traduce en crear un abanico de actividades inmersivas que enriquezcan la visita. Hablamos, por ejemplo, de organizar visitas guiadas a una dehesa para entender el ecosistema del cerdo ibérico, talleres de cata de aceite de oliva, jornadas de showcooking con chefs locales que reinterpretan el recetario tradicional, o incluso la participación en labores agrícolas de temporada, como la vendimia o la recogida de la cereza en el Valle del Jerte. Estas experiencias crean una conexión emocional profunda y un recuerdo imborrable.

Estructurando una Ruta Gastronómica de Éxito

Para que todas estas piezas funcionen, es vital contar con una planificación estratégica. Una ruta gastronómica no es una simple lista de sitios donde comer. Debe tener un hilo conductor, una señalización clara y, sobre todo, debe fomentar la colaboración entre los distintos actores del territorio: productores, restaurantes, alojamientos, empresas de actividades y administraciones públicas. Crear sinergias es clave para ofrecer un producto completo y coherente que, además, debe ser promocionado a través de un plan de marketing específico dirigido al perfil del turista «foodie».

En definitiva, el turismo gastronómico bien estructurado es el ejemplo perfecto de un modelo sostenible: apoya a los productores locales, preserva el patrimonio cultural y ofrece al visitante una de las motivaciones más poderosas para viajar: el placer de descubrir un territorio a través de su sabor.

Compártelo en redes:

Solicita una auditoría de tu negocio

Nombre y apellidos(Obligatorio)